jueves, 1 de mayo de 2014

Phobos et Deimos

Cortando el aire
es cuando empieza el silencio.

Elocuentes palabras fueron marcadas
en la frente de quienes no dijeron nada
y con fuego vivo en las manos atadas
de una víctima forzada

A ser dueña de sí misma,
a dar la vida por las futuras golondrinas,
a conquistar aquella sima
llena de zarzas y pícaras serpentinas.

A posar en un retrato ecuestre
luciendo logros y matando penas
a lomos de un testigo ilustre.

Cojo mis curvas y cojo mis cuerdas,
me dispongo a ser espectador de esta guerra,
camino por los palcos y por las tribunas
buscando al director de esta orquesta.

En un teatro abierto a las estrellas,
ellas nos miran y graban nuestra vida
sabiendo que no somos para ellas
más que una mota de polvo efímera

Ellas nos graban y nosotros actuamos
pensando que nuestro papel lo es todo
hasta que descubrimos lo que somos.

Somos reflejos de las vidas que consumimos
Pensamos en nuestras ideas y valores
y horrorizados, miramos y contemplamos
que ser humano es una cuesta llena de dolores.

Ser hombre implica padecer sufrimiento,
y me rodeo de personas que en su ignorancia
prefieren ignorar el escarmiento
y vivir en una vida entera de lactancia.

Lo opuesto a la vida no es la muerte,
porque es parte de ella,
sino el no vivir por temerla.

Vivimos en una sociedad infantilizada, donde todo se nos sirve rápidamente y en pequeñas dosis. Nos hemos vuelto niños caprichosos, sin objetivos claros y con valores temporales. Aprendemos con la misma rapidez que olvidamos. Antes todo el mundo era misericordioso por el temor a Dios, y ahora todo el mundo busca ser bondadoso. Pero ser bondadoso es imposible hoy en día, para ser bondadoso hay que buscar el bien a través de empatizar, y para empatizar hay que entender al otro. ¿Cómo vamos a entender al otro si no nos entendemos a nosotros mismos?

Dichosos aquellos que ya ven dibujado el camino de su vida, y que el destino les guarde de extraviarse de él. Porque no es lo mismo caminar al borde de un barranco que saber que lo haces, hoy en día es terriblemente difícil vivir. No queremos sufrir. No queremos experimentar dolor. Es posible que los psicólogos me colocaran la patología de masoquismo y me llovieran encima diagnósticos de baja autoestima, pero ¿No es a través de las experiencias negativas donde realmente construimos nuestra esencia? El mundo de la pedagogía actual se centra en las sensaciones positivas y en los condicionamientos y refuerzos a las actitudes y conductas correctas. Bajo una máscara de cientificidad hemos dibujado el hedonismo del siglo XXI.

Lo más gracioso es lo cerca que tenemos los ejemplos y lo poco que la gente se para a reflexionar sobre ello. A mí me viene a la cabeza el zoo. Por todos es sabido que los animales ''en cautividad'' (Bonito término para la esclavitud. Yo tengo un cuadro en cautividad, porque lo tengo donde yo puedo controlarlo, protegerlo y exhibirlo.'') presentan numerosos problemas a la hora de reproducirse y mantener una vida sana. Las pruebas científicas no son concluyentes y se suelen achacar a patologías psicológicas o depresiones. Mi teoría es que pierden el deseo de vivir. No tienen ganas de luchar porque no se ven amenazados. No hay peligro, su supervivencia, sus necesidades y su felicidad están garantizadas. Han conseguido el objetivo vital en acto y en potencia. ¿Qué les queda por luchar? ¿Qué les queda por conseguir?
¿Acaso nosotros seguimos jugando a un videojuego el cual nos hemos pasado ya? Puede que sigamos jugando unas horas, unos días. Puede que lo cojamos cada cierto tiempo. Pero ¿Sentimos lo mismo al llegar al clímax de la aventura? ¿Sentimos la misma presión y angustia al estudiar un día antes que con un mes de margen para el examen?

Diría que nuestro cuerpo está más preparado para identificar sufrimiento que placer. Tenemos el dolor y la manifestación psicosomática como evidencias físicas, y el odio, el miedo, la ira, la angustia... como evidencias mentales. Sin embargo, muchos (ingenuos) describen la felicidad como ausencia de estas sensaciones, y otros argumentan que una persona sana es aquella que dispone de suficiente inteligencia emocional como para gestionar las emociones negativas. ¿Pero qué emociones positivas tenemos? Las endorfinas y las descargas eléctricas en una parte localizada en nuestro cerebro que nos otorgan el orgasmo sexual son prácticamente las responsables de todos los estados positivos del cuerpo y la mente humanas.

Con esta disertación vuelvo a mi idea inicial: ¿Hemos olvidado el sufrimiento? ¿Puede que al olvidarlo nos hayamos sumergido en un Dorian-Greyismo galopante como sociedad donde todo esté permitido, donde no tengamos límites? Puede que el satisfacernos enteramente sea la muerte de nuestras ganas de vivir. ¿Puede que el Cristianismo haya llegado tan lejos gracias a su concepto del sufrimiento y el sacrificio?

Son horas muy avanzadas, divago y digo cosas raras. Buenas noches.

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