Hay días como hoy en los que tengo incontinencia verbal.
Mastico entre los dientes esputos y escupo escupitajos líricos difuntos y
maldiciones que hacen llorar al niño Jesús. Una verborrea implacable como si de
la llantina mañanera de un bebé destetado con más hambre en el estómago que
putas en Montera. Debería meterme un supositorio poético pero creo que la
diarrea intelectiva que calzo lo inundaría todo y me haría navegar entre
mierdas turbulentas, una mierda, vamos.
Miro a la pared y escupo.
Miro la televisión y escupo.
Miro mi cara y escupo.
Miro la televisión y escupo.
Miro mi cara y escupo.
Hoy la cosa va de escupitajos. Es lo que tiene cuando tienes
cagalera, antojos y obsesiones maternas: te dan antojos por cagarte en la madre
de todo lo que se mueve, porque a veces parece que todo lo que se mueve es un
gran cactus debajo de tu culo que no para de menearse y escocerte hasta hacerte
hemorroides sanguinolentas. *Escupitajo*.
Hoy tengo ganas de escupir mierda. Pero ya me he quedado
tranquilo. Venga, felices escupitajos,
esputos de mi corazón.
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